Cuando un trabajo escénico como El sueño de una noche de verano de Ur Teatro tiene calidad, está bien hecho, dirigido con gran maestría y protagonizado por actores cargados de energía, vitalidad y pasión da igual que tenga 18 años, 10 o 1, porque engancha al público -tanto el que repite como el nuevo- de principio a fin.
Ur Teatro ha rescatado esta temporada, con gran acierto gracias a la dirección de Helena Pimenta, un clásico que guardaban en el baúl desde 1992 con el que ya ganaron en 1993 el Premio Nacional de Teatro. Es un trabajo tan bien conservado y de tanta vigencia que mañana mismo, cuando ya ha cumplido la mayoría de edad, podría volver a ganarlo.
Había expectación. Y eso se notaba en que, durante las dos jornadas en las que se ha representado la obra, se ha colgado el cartel de entradas: quien había visto el montaje original en 1992 -o su reposición en la temporada 1998-1999- quería comparar ambas propuestas escénicas. Pero quien no lo había visto tenía ganas de descubrir el por qué de los halagos de crítica y público a la obra.
Y la propuesta de El sueño de una noche de verano que ha presentado Ur Teatro en el Teatro Municipal, dentro del Festival de Almagro, ha satisfecho el ansia de textos de Shakespeare de los asistentes porque es muy acertada desde la parte técnica hasta la actoral, pasando por la dirección.
Sorprende al entrar en el teatro y ver seis únicos paneles de madera que deberán transportar al espectador desde Atenas hasta un bosque encantado: sin embargo su constante movimiento, como si de una coreografía se tratara, lo consigue.
La iluminación, revisada respecto a las anteriores puestas en escena de Ur Teatro, es un nuevo acierto de Miguel Ángel Camacho y cumple a la perfección su papel de reforzar la estructura dramática y de separar los mundos onírico y real a través de grandes contrastes.
El vestuario, completamente actual, permite un rápido y efectivo cambio a los seis actores que constantemente están en escena y que, gracias a un enorme trabajo y energía, logran hacer parecer que fueran más de veinte.
Muy bien resuelto tanto por la dirección como por el trabajo actoral las distintas tramas de la obra, de forma que es igual de creíble ver a José Tome como Oberón que como Jordi; a Cecilia Solaguren como Hermia o Maruxa; o a Ione Irazábal como Helena o Antxoni, y así hasta mencionar al resto de actores. Celia Pérez, Jorge Muñoz o Jorge Basantaque completan el elenco y realizan un perfecto trabajo coral en el que todos se encuentran en un mismo plano.
Es increíble, e imprescindible para la concepción que Pimenta tiene de la obra, la versatilidad de los actores de Ur Teatro, que en un minuto pasan de ser un personaje a ser su contrario tan sólo con un rápido cambio de vestuario, una ligera modificación de su voz, su entonación y acento o de su lenguaje corporal.
Pero, además, para provocar esa diferencia entre las tramas más allá de los personajes, Helena Pimenta, que apuesta por una lectura muy actual del clásico de Shakespeare, se saca un as de la manga: la utilización de diferentes lenguajes para cada una de ellas, de forma que usa el clown, casi rozando el esperpento, para los artesanos que montan una obra para las bodas de Teseo; la lírica -no exenta de algunas notas de humor- para los nobles atenienses que buscan a su amor en la confusión; y la danza más contemporánea y más plástica para diferenciar el mundo de las hadas y los duendes, ese maravilloso nivel onírico.
La parte más divertida, sin duda, la de los artesanos, en la que -utilizando el teatro dentro del teatro también para hacer autocrítica y aunque abusando a veces de algunos tópicos sobre los españoles- realiza una fotografía de la España contemporánea, de su mezcla de culturas, de forma que incluye desde un vasco a un catalán, pasando por una gallega o una andaluza, a los que se suma un polaco.
En definitiva, una obra de gran calidad -algo que el público agradeció a Ur Teatro con una gran ovación que comenzó antes de que terminara la obra y que hizo salir en varias ocasiones a los actores- digna de que ningún amante del teatro clásico se la pierda… Quizá pasen otros 18 años hasta que vuelva a verse en un escenario y lamentarían haber dejado pasar esta ocasión.
Y es que, si “los amantes y los locos tienen desbocado el seso, y son dados a forjar fantasías que abarcan más de lo que la razon alcanza a comprender”, Helena Pimenta y Ur Teatro deben estar completamente enamorados del teatro e irremediablemente locos por Shakespeare.
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