Yo si te creo. Te violaron.

Manada

Ilustración de Paula Boneti

Tengo una sensación muy agridulce a la hora de escribir estas líneas pero reconozco que tengo que hacerlo, que necesito chillar para que este grito no se quede atascado para siempre en mi interior.

Yo si te creo C. A tí te violaron aquellos sanfermines, convirtiendo lo que debería haber sido una fiesta de una chica joven, 18 añitos casi una cría que empieza a disfrutar de su mayoría de edad, en tu cadena perpetua sin que, además, tengas siquiera el beneficio de que sea revisable.

Cuando he empezado a escuchar el fallo, reconozco que mi corazón ha dado en primera instancia un salto de alegría al escuchar «debemos condenar y condenamos», tanto que apenas me ha dejado entender la siguiente frase del magistrado que, en voz baja, hablaba de abuso sexual y no de agresión sexual.

No por esperada una sentencia tan suave -si, habrá quien diga que 9 años de cárcel son un infierno pero no olvidemos que llevan dos y no tienen antecedentes penales por delitos similares, lo que, unido a su buen comportamiento, les hará estar en la calle en unos meses, un año a lo sumo- es menos dolorosa.

Sí C. Hoy, como mujer, las palabras del juez se me han clavado en el alma -y eso que no voy a decir nada del que ha emitido su voto particular de absolución porque ni merece un minuto de protagonismo-.

Me has dolido tú. No te conozco, no sé como es tu rostro, pero he sentido tus lágrimas al sentirte violada por tercera vez. No sólo en aquella infausta noche de julio de 2016, sino también a finales del año pasado durante un juicio en el que a quien se cuestionó fue a tí, a quien siguieron fue a tí y en quien pusieron el foco fue a ti.

Y hoy, hermana, han vuelto a violarte. Con la ley en la mano, sí. Pero es que la ley se puede aplicar de muchas maneras y a tí un tribunal ha venido a decirte que no te violaron, que lo que tú sentiste, no era cierto. Que simplemente abusaron de tí y con 50.000 euros está pagado tu sufrimiento. Porque no olvidemos que has tratado de ser una mujer fuerte y luchadora y eso penaliza a las víctimas.

Hoy los jueves no han tenido en cuenta que lo que a tí te hicieron no fue un acoso sexual sino una agresión sexual en toda regla que, legalmente, «se trata de acceder al cuerpo de la otra persona para una actividad explicitamente sexual, sin consentimiento y mediante la violencia. Su forma más grave es la penetración, pero no la única».

A tí C, te penetraron por donde quisieron y como quisieron sin tu consentimiento. Porque no resistirse no es acceder. Porque a todos nos han enseñado, por ejemplo, que si intentan atracarnos, entreguemos la cartera para evitar que nos puedan matar. ¿En ese caso somos cómplices, no hay robo porque no nos hemos rebelado?

C, tú hiciste lo que probablemente hubiésemos hecho muchas ante cinco tíos grandes y fuertes: cerrar los ojos y esperar a que todo acabara lo antes posible, con una actitud de derrota que no te llevara a una muerte como la de Nagore por resistirse. Tú no hiciste nada malo, tú trataste de sobrevivir a la violencia de cinco malnacidos que reían, disfrutaban y te grababan mientras te vejaban, te violaban y te humillaban. Porque ellos, carentes de una hombría real, se sentían así más hombres.

C, amiga, sé que mis palabras de poco te pueden servir ante este ensañamiento que se ha producido contigo, pero sólo me gustaría que sintieras que nosotras sí te creemos y que nosotras sí somos tu manada.

Y ellos, a quienes hoy también he visto su nombre en iniciales, sólo me queda decirles algo: José Ángel Prenda, Alfonso Cabezuelo, Antonio Manuel Guerrero, Jesús Escudero y Ángel Boza espero que C. recurra y entonces sí caiga todo el peso de la ley que merecéis por semejante salvajada, de las que os jactásteis por sentiros más viriles.

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